miércoles, 30 de marzo de 2011

LA CONSAGRACIÓN DE LA PRIMAVERA

Y después del Invierno llegó...



Ha llegado la Primavera. Estamos radiantes. Optimistas. Llenos de calor. Y de colores. Colores alegres, llamativos, deslumbrantes.

Entusiasmo por la Luz.

Nuevos horizontes, nuevas esperanzas.

Más y potente luz. Más pasión. Más comunicación.

El día se alarga. Los pensamientos también. Dejaremos atrás la rutina diaria. Nuestros sueños se convertirán, al fin, en realidad.
Comenzamos una nueva etapa. Se nos altera la sangre, diría el poeta.

Consagrémonos a la Primavera. Eterna. Y alegre.

Igor Stravinsky hizo algo parecido con la música. Con la música clásica. Aletargada con siglos sin aparente renovación, el compositor ruso dio nuevos bríos a la música culta. Con su obra maestra “La consagración de la Primavera”, produjo un mundo nuevo. Distinto. Aunque como toda nueva iniciativa también tuvo sus críticos. Acerados críticos que no soportaban la novedad en la música clásica.

Una nueva cultura había comenzado. El siglo XX apareció de repente.
La Primavera de Sandro Botticelli

Ya todo iba a ser diferente. Lo común iba a ser lo distinto. Nuevos sonidos.

La Música con letras mayúsculas.

El supuesto frío y calculador intelectual ruso, asombraba a todos con una música brillante, difícil pero al mismo tiempo amena, con tempos no conocidos. Curiosidad mundial. Lo desconocido deslumbrante. Lo nuevo y atractivo. Las nuevas cadencias irrumpían con desenfreno y alevosía.

La Música como elemento de discusión intelectual. ¿Por qué una nueva era musical? ¿Estaban agotados los sonidos? ¿Nuevos movimientos para oídos nuevos?

Lo cierto es que todas las Artes ya habían experimentado una nueva y atrayente vida con las Vanguardias artísticas: la Pintura, la Escultura y la Arquitectura mundial fueron otras tras la irrupción de las nuevas tendencias del siglo XX: Cubismo, Futurismo, Abstracción…

La Música tenía que tener también “su” Revolución. Pacífica, pero revolución.

Y nadie mejor que las vanguardias rusas para iniciarla. Ritmos nuevos diferentes. Inexistencia de elementos repetitivos. Sonoridad extrema. Fuerte. Dura. Brutal. Rupturista.

Su estreno hace ahora casi un siglo, en París fue todo un acontecimiento. Aunque la coreografía  de Nijinsky creada para los Ballet Rusos de Diaghilev hiciera suponer un triunfo arrollador, lo cierto es que los oídos románticos, barrocos y neoclásicos de los parisinos no estaban acostumbrados para ello. Y en la segunda parte de la obra, los abucheos fueron constantes, ante “la sucesión estruendosa de ritmos y sonidos”.

Pero todo cambió. Ya nada fue igual. Había comenzado el siglo XX para la música. Y continuó hasta nuestros días.

Stravinski se atrevió. Y se consagró mundialmente. ¿Difícil de seguir y de escuchar? Tal vez. Pero nueva, distinta. ¿Estridente? Quizás, pero novedosa.

Definitivamente, debemos consagrarnos a la Primavera. Sus sonidos, sus visiones y nuestras ilusiones son distintos.





La Opinión de Tenerife, Elblogoferoz y El digital de Canarias.com publican mi artículo "LA CONSAGRACIÓN DE LA PRIMAVERA".
http://www.elblogoferoz.com/post/2011/03/29/OPINION-La-consagracion-de-la-Primavera-Por-Jesus-Pedreira-Calamita.aspx

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